En la ciudad, un equipo de rionegrinas y rionegrinos, busca sostener, con mucho esfuerzo y acompañado por la Provincia, una institución con amplia trayectoria, que se preocupa por la contención y el desarrollo de niños y niñas, jóvenes y personas adultas, que presentan necesidades especiales con diagnósticos como TGD (trastorno generalizado del desarrollo) TEA (trastorno del espectro autista), psicosis y retraso mental, entre otros.

“Es un lugar muy familiar, muy acogedor, la verdad; hermoso, pequeño pero muy lindo”, describió María Alderete, una de sus referentes.

La tarea cotidiana es acompañada por el compromiso de la comisión directiva, conformada por los padres de los chicos, que “hacen un gran esfuerzo por sostener esta institución y mantenerla de pie, ya que cada uno tiene sus cuestiones familiares, sus trabajos”.

Un equipo completo de profesionales

El Centro, ubicado en la calle Beschtedt 1878, cuenta con psicólogos, músico-terapeutas, psicomotricistas, profesores de Educación Física, terapista ocupacional y kinesiólogos, que se brindan con gran vocación a quienes concurren en los turnos mañana y tarde, actualmente bajo un estricto protocolo preventivo.

Con calidez y excelencia –a pesar del lugar limitado- diariamente se preparan todos los espacios con los que cuenta la institución: una sala multi-sensorial, preparada con diferentes tipos de elementos visuales, al tacto; una sala de música; un consultorio de psicología y un comedor, donde interactúan los chicos.

“Tenemos variedad de terapias para ofrecer; una combinación. Hay un terapeuta cada dos chicos, es casi personalizado”, destacó.

También comentó que, a pesar de la pausa en las actividades, que llevó a una situación crítica por la pandemia, el equipo de trabajo no se detiene y por estos días “nos estamos renovando para poder encuadrarnos como Centro de Día. Por eso, estuvimos trabajando mucho”, resaltó.

"Nunca nos damos por vencidos"

Hace tan solo un mes, el Centro Esperanza volvió a abrir sus puertas a la presencialidad, luego de superar –según contó su referente- “unos siete meses sin poder trabajar y facturar, ya que trabajamos con las obras sociales”, debido a la pandemia.

“Sin embargo nunca nos damos por vencidos”, aseguró y valoró –al mismo tiempo- el acompañamiento de la Provincia y el aporte de los socios, quienes han comprendido a lo largo de 25 años la importancia de contar con una institución como el Centro La Esperanza, donde las personas tienen la posibilidad de socializar, desarrollar nuevas habilidades y acceder a una mejor calidad de vida.