REGIONALES
11 de diciembre de 2020
UNA ARGENTINA DIFERENTE.
Se trata de Capioví, un pueblo que queda sobre la ruta nacional 12, que corre paralela al río Paraná, a 120 kilómetros de Posadas. Y que desde hace 10 años, cada vez que llega diciembre y se acerca la Navidad se transforma en un rincón al que sólo le falta la nieve para que corra el trineo de Papá Noel.
POSADAS. Hay una pequeña localidad de la provincia de Misiones que, a pesar de las altas temperaturas, se parece mucho en esta época del año a un pueblito de Alemania, Suiza o Austria. Sobre todo cuando el sol empieza a bajar y se encienden las luces que decoran calles, plazas, bulevares y la coqueta iglesia de Los Pioneros, de estilo alpino.
Se trata de Capioví, un pueblo que queda sobre la ruta nacional 12, que corre paralela al río Paraná, a 120 kilómetros de Posadas. Y que desde hace 10 años, cada vez que llega diciembre y se acerca la Navidad se transforma en un rincón al que sólo le falta la nieve para que corra el trineo de Papá Noel.
El domingo pasado con la ceremonia de encendido del arbolito gigante, comenzó una nueva edición de la Fiesta de la Navidad en Capioví, un evento que nació casi por casualidad cuando hace diez años un grupo de mujeres decidió hacer decorados para las fiestas, utilizando botellas de plástico vacías.
Era algo que iba a hacerse por única vez pero ocurrió el "milagro". La práctica gustó mucho y fue creciendo, sumando vecinos y hoy se transformó en una fiesta que atrae a turistas de otros rincones de la provincia y del país, que se dan una vuelta por las coquetas calles de Capioví, en su camino hacia las Cataratas, distantes a 180 kilómetros.
¿Qué tiene de especial Capioví? Fundamentalmente la forma en que sus habitantes decoran el pueblo para la Navidad, de una manera tan peculiar que años después dio origen a la fiesta que hoy se hace durante todo el mes. Y que incluye números musicales, gastronomía, feria de artesanías y otras atracciones.
Desde el domingo pasado, Capioví luce una decoración navideña que sorprende a turistas y visitantes. Y regala imágenes que recorren todo el país. Cada vez más gente del pueblo se involucra para trabajar en los decorados, desde muchos meses antes, apenas finalizadas las Pascuas.
Con figuras de Papa Noel, árboles, guirnaldas, flores o paquetes de regalo para el arbolito distribuidos en plazas y bulevares de un lugar que además se destaca por la prolijidad de sus calles y espacios públicos. Todo en tamaño gigante. El arbolito de Navidad tiene la altura de un edificio de cuatro pisos.
Y un detalle más: todas esas decoraciones se realizan con botellas de plástico recicladas, para darle un sentido mucho más trascendental a la celebración de la Navidad. Pero los adornos y el festival son apenas una parte. La otra historia mágica es que a partir de esta movida, el pueblo recuperó el viejo espíritu navideño, tan dejado de lado hoy en día, donde la Navidad es fundamentalmente una fecha más para dar rienda suelta al consumismo.
Todos coinciden en que en Capioví, desde que arrancó esta forma de celebración, la Navidad se vive de otra manera. Con menos espíritu materialista y más enfocado en compartir con el vecino y colaborar en lo que se pueda.
"La gente se acerca a ayudar cada vez más, algunos tienen destreza, otros no, pero todos ayudan, o vienen a tomar un mate y compartir, y cuando vemos que una persona se queda mirando los adornos es hermoso", dice Marta Werle, una de las jóvenes que arrancó con los adornos, sin sospechar jamás lo que estaba empezando. Hoy es la coordinadora de la decoración del pueblo.
"Esto cuando arrancó era muy chico y después fue creciendo, se fue sumando la gente. Ya llevamos recicladas más de 300.000 botellas de plástico en la celebración de la navidad", explicó a LA NACION el intendente de Capioví, Alejandro Arnholdt.
Aparte de los adornos está la Casita donde Papa Noel saluda y se saca fotos con los chicos y el Árbol de los Sueños, donde los visitantes escriben sobre una maderita terciada sus deseos para las fiestas, luego se cuelgan del árbol. El año pasado ese sector colapsó y tuvieron que poner otros árboles para sostener "los sueños". Después colocan esas maderistas en una canasta y las ofrecen en una misa de acción de gracias.
Capioví se fundó hace 99 años cuando una compañía colonizadora -firmas que compraban tierras, loteaban y traían a inmigrantes europeos- estableció el pueblo y atrajo primero a alemanes que llegaron desde el Sur de Brasil. Esas raíces se notan en el aspecto del pueblo y ahora también en la forma de celebrar la Navidad. "Rescatan esta fiesta como la celebraban sus bisabuelos y tatarabuelos", describió Norma Traid, que trabaja en la promoción de la fiesta desde hace años.
"Hoy lo vemos como una alternativa de oferta turística, estamos ubicados de camino a las Cataratas y cada vez nos visita más gente que pasa por acá, también tenemos un hermoso salto para visitar y quedarse unos días", dice el intendente, otro descendiente de alemanes.
A punto de cumplir los 100 años, Capioví hoy se convirtió en una ciudad orgullosa de su celebración. Un momento donde además de recibir visitantes, prima la solidaridad y la unión en torno a una mesa compartida entre familiares, amigos o simples desconocidos. Todos hermanados por ese sentimiento especial que aparece para estas fechas. Como en otro cuento mágico de Navidad.
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