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16 de noviembre de 2024

La florista de la Patagonia que pasó su vida entre tumbas: sus historias más escalofriantes

Muriel Garriga se crió en la florería del Cementerio de Roca y contó las situaciones más extrañas que le tocó vivir en ese lugar.

Muriel Garriga mira cómo su gato juega y le hace señas a alguien, aunque no hay ninguna persona en el lugar, más que ella. La mujer de 45 años sabe que en la florería que heredó de sus padres ubicada en el cementerio municipal de Roca pasan cosas extrañas. No se sobresalta, está un poco acostumbrada. A veces las cajas se mueven solas. También recuerda las anécdotas de su mamá que vio muchas veces a un personaje vestido de negro con sombrero caminando por la vereda.

El cementerio municipal está ubicado sobre las calles avenida Del Libertador y Mendoza, frente a la Colonia Penal. “Siempre se siente que hay alguien en la florería, por más que no se ve, se siente”, aseguró a Mejor Informado.

La florería Piuquen la fundaron sus padres y funciona al lado del cementerio hace 58 años. “La fundó mi mamá Eva con mi abuelo y después la continuó con mi papá. Ahora sigo yo”.

Muriel pasó toda su infancia en la necrópolis de la ciudad mientras sus padres trabajaban en el negocio familiar. “El cementerio siempre fue mi segunda casa. Aprendí a caminar, andar en bicicleta, en patines. Venía con amigas a jugar a las escondidas entre las tumbas”.

Los gatos que ven cosas y los rituales

La florista detalló que en los cementerios de noche se suelen realizar rituales sobre las tumbas. Ella nunca vio alguno en la necrópolis de Roca, pero sí encontró al día siguiente elementos que formaban parte de estas prácticas. “Dejaban ofrendas como flores, bebidas alcohólicas, cigarrillos”.

Muriel contó que los gatos que tiene en el negocio también ven cosas. “He notado por ahí que se quedan mirando algo y lo siguen con la vista y uno dice, la pucha”.

Gritos por la noche y el hombre del sobretodo negro

Hace varios años cuando las muertes ocurrían un fin de semana o feriado no se le daba sepultura enseguida al fallecido, sino que el cajón se alojaba en un depósito ubicado en el cementerio y el entierro se hacía el primer día hábil siguiente.

La florería funcionaba hace 40 años en otro sector de la necrópolis, a unos metros de este depósito. Muriel era una niña pero tenía curiosidad por saber qué escondían en esa sala. Cuando su madre estaba ocupada arreglando las flores, ella aprovechaba para dirigirse al depósito. "Iba y abría un poquito la tapa de los cajones y veía los esqueletos que estaban dentro", relató con una sonrisa pícara. 

Pero las anécdotas no terminan allí. Mientras se cebaba unos mates, recordó lo que le contó su madre en aquella época. “Hubo un caso en el que dejaron en el depósito a una chica y por la noche se escucharon gritos. Al parecer no estaba muerta, sino en un estado catatónico”.

“Al otro día fue la policía y cuando abrieron el cajón la chica estaba sin vida y la madera toda arañada”.

La florista aseguró que muchas veces siente que tiene compañía en su comercio aunque no ve nada.

FUENTE: Mejor Informado

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