25 de septiembre de 2020
Por la crisis, cierra el gimnasio Buena Vida
El gimnasio más importante de la ciudad, reconocido en toda la región por sus innovadoras instalaciones y la gran cantidad de servicios que presta, cierra sus puertas por la grave crisis que afecta a todo el sector. Su dueño afirmó que hace meses los números no cierran y se hace imposible sostener el lugar sin ingresos. “Estoy asistiendo a mi propio velorio; este gimnasio fue mi sueño, y hoy siento una gran decepción”, afirmó entre lágrimas.
Se trata del Buena Vida, club y spa, ubicado sobre la calle Belgrano, en pleno centro cipoleño. El lugar nació como el emprendimiento por el cual soñó muchos años su dueño, el ingeniero en construcciones Ariel Larrañaga. Su objetivo era crear un gran gimnasio de primera categoría, y lo logró. Consiguió construir un edificio enorme de cuatro pisos con pileta climatizada, sala de musculación, sala aeróbica, escalada recreativa y spa, además de estacionamiento propio. Pero la crisis por la pandemia, las restricciones y la falta de dinero en las economías familiares hicieron que el negocio caiga en picada y se vuelva inviable.
“En todas las crisis lo primero en que la gente achica gastos es en los gimnasios, muchos prefieren andar con zapatillas carísimas, pero sin cuidarse la salud, porque para eso es un gimnasio. Y hoy ya no podemos más, todos estos meses los gastos fijos siguieron corriendo y no tuve ingresos. Sostener esta estructura, que es gigante, es imposible. En octubre cierro definitivamente, con toda la tristeza del mundo, por mi y por los empleados, que son amigos y compañeros de trabajo”, contó Ariel Larrañaga en diálogo con LM Cipolletti.
Contó que este año fue un completo desastre. Dijo que, en diciembre y enero, por cuestión estacional, cae la cantidad de clientes, pero que de manera excepcional le caída comenzó en octubre del 2019 tras las PASO. “Ahí aumentó el dólar y me aumentaron varios de los insumos, y cayó cerca del 30 por ciento los clientes. Luego en diciembre bajó un 30 más, y esperaba que a partir de febrero-marzo comenzar a recuperar, como sucede todos los años. Pero nos fue peor. Llegó la pandemia, cerraron todo y las cuentas de luz, agua, gas, sueldos e impuestos, entre otros, siguieron corriendo como siempre. Por más recursos que tengas ahorrados, todo se agota, y nunca más se reactivó”, relató Ariel.
Una vez que se pudo abrir, la cantidad de restricciones impuestas no atrajo a los deportistas. La cantidad de personas en un mismo salón no podía ser más de 10, no podían usar los vestuarios, y la jornada laboral era inviable, lo que tornaba el negocio hacia un callejón sin salida.
“Me da mucha tristeza todo porque tengo 7 empleados fijos que los mantuve hasta el último momento, con ayuda del ATP, que son compañeros de trabajo, amigos. Y otros 10 que son monotributistas, que dan clases. Todo esto deterioró la relación. En un mes tuve que para 70 mil pesos de gas y 80 mil de luz. Para amortizar el uso de los equipos necesito como mínimo 350 mil por mes. Es insostenible. Es imposible a esta altura que se revierta la situación, ni con un aporte ni con una jornada normal de trabajo. Varios gimnasios ya cerraron, y sería injusto que sólo me ayuden a mi porque estamos todos en la misma”, expresó el dueño.
Agregó que desde hace meses debe trabajar de forma paralela al gimnasio como ingeniero, y que todo su salario lo aporta al local.
Recordó que el emprendimiento nació como un sueño en 2002 con los primeros dibujos y se hizo realidad en 2005 cuando abrió sus puertas. Recién en 2007 comenzó a tener trascendencia y a proyectar los nuevos pisos de la construcción. En 2018 terminó el cuarto piso de la moderna edificación, que lo instaló como el gimnasio más grande de la Patagonia.
“La pandemia y las malas decisiones nos hizo un jaque mate. Ahora estoy asistiendo a mi propio velorio. Fue mi sueño, y ahora es una gran decepción”, finalizó.
Fuente: LM cipolletti
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