29 de agosto de 2022
El Cambalache Platense
Villa Castells, un barrio en el que algunos pibes pescan ranas en las zanjas y otros arman reinos virtuales en sus computadoras
La siguiente nota fue publicada originalmente el 29 de marzo de 2021, a poco menos de un año y medio, poco o casi nada ha cambiado la realidad que describe:
En los últimos tiempos nombrar a Villa Castells es sinónimo de quejas: protestas por falta de agua o porque hay demás (calles anegadas), obras inconclusas, inseguridad, oscuridad, olvidos… Pero pocos reflejan los contrastes de este rincón del señorial Manuel B. Gonnet, que nació con las ínfulas grandilocuentes de homenajear al fundador de Villa Elisa, el empresario español Luis Castells, y hoy marca a las claras los claroscuros de una sociedad platense que se mueve al ritmo del consumismo. Una vecindad que no deja de ser un claro ejemplo del “Cambalache” con que Enrique Santos Discépolo caracterizó a la sociedad argentina en 1934.
Villa Castells nació como zona semi rural de Gonnet, pero con sueños de Casaquintas del norte platense. Así, se fue poblando de las vías del Ferrocarril Roca para el lado de la Ensenada de Barragán, con la que la separa un simple zanjón.
De movida, los terrenos se fueron ocupando bien definidamente. Los cercanos a las vías, pertenecientes a familias de clase media con sueños de grandeza, y los cercanos al zanjón (arroyo) lindero a calle 2, por familias que se acomodaban como podían en medio de la nada.
Hoy, esa divisoria se ha perdido, ya que los terrenos linderos al arroyo ya no son ocupados solamente por familias que hicieron suya la tierra y plantaron sus casas de chapa o madera, sino que poco a poco fueron ganando espacio las residencias de un grupo de profesionales platenses que pudieron tener acceso a un crédito bancario y plantaron sus importantes casas, con pileta de natación, parques bien cuidados y vehículos en los garajes que se cotizan mucho más que varias decenas de las casitas de sus vecinos pobres.
Transitar las calles del lado semi-agreste de Villa Castells permite vivenciar de primera mano y como cros a la mandíbula, la triste realidad de nuestro país: ni el barro es el mismo para unos y otros. La calle 2 no refleja el mismo panorama de la 495 hacia 493, que lo que refleja hacia la 497. El olor del barro es distinto y hasta el zanjón cambia su aspecto.
Villa Castells olvidado:
Unos tienen sus frentes limpios y con el pastito cortado, sin bolsas de residuos en sus frentes (suelen haber montañas de las mismas en terrenos despoblados de la cercanía), mientras que otros acomodan sus posesiones arrumbadas contra un viejo alambrado, dejan sueltas a sus flacas gallinas para que picoteen lo que puedan de los charcos frente a las casas, y la basura se quema en pozos comunes junto al arroyito.
De un lado, surge como monumento a la desidia el enorme tanque con canilla que plantó ABSA en la calle ante la falta de agua potable, y el cartel del Merendero “Los Cebollitas de Villa Castells”, mientras que unas calles más allá los caños de cemento han cubierto todas las zanjas y tres o cuatro viviendas ocupan la totalidad de una manzana.
Quienes se ubicaron en forma primaria en dicho rincón de Villa Castells se sienten seguramente sapos de otro pozo, y eso que está lleno de charcos que se agrandan con el paso de las 4×4 y hacen más difícil el tránsito de los carritos cartoneros.
Es que este es el fiel reflejo de la sociedad que vivimos. Para pocos, mucho, y para muchos, poco o nada. Pero ambas sociedades conviven en tensión y en una misma región. Por lo general, la prepotencia del dinero desplaza o aplasta a la carencia. Seguramente dentro de unos años, este contraste no sea tan grande en esta zona, ya que el corrimiento de quienes menos tienen es inevitable, como siempre lo ha sido.
El otro Villa Castells del lado del progreso: